14 nov 2013

Jornadas literarias de la Semana Gótica y reunión anual de Nocte

Este fin de semana hemos entrado en la recta final de la Semana Gótica de Madrid, marco en el cual se integra la reunión oficial de la Asociación Española de Escritores de Terror y Fantasía Oscura (Nocte). Han sido tres días intensos cargados de actividades literarias en cuyo seno hemos bebido y comido y sobre todo hablado mucho, mucho de literatura: de autores y lectores, de editores y editoriales, de géneros y prospectivas, del futuro del género y de montañas de libros, un intercambio de opiniones que particularmente a mí, que soy un bisoño en estos menesteres, me ha resultado muy enriquecedor.

Entrega de los premios Nocte
Juan A. Laguna, presidente de Nocte, y David Jasso, presi-
dente honorífico, entregando "el cucaracho" a Nuria C. Botey.
Junto a otras actividades preparadas por los organizadores de la Semana Gótica, como lecturas, exposiciones de arte, conciertos y hasta pasarelas de moda, los eventos perpetrados por Nocte han ido desde la confección de mesas redondas, presentaciones de libros y conferencias hasta la entrega anual de los galardones más importantes del terror en nuestro país: los premios Nocte. Pilar Pedraza, F.G. Haghenbeck, Nuria C. Botey, Fernando Cámara y Anna Starobinets han sido los afortunados que se han alzado con tan distinguido laurel en las categorías, respectivamente, de mejor novela nacional (Lucifer Circus, Valdemar), mejor novela extranjera (El diablo me obligó, Salto de página), mejor antología nacional (Vosotros justificáis mi existencia, Saco de Huesos), mejor relato nacional ("La bici amarilla", incluido en La ciudad vestida de negro, Drakul) y mejor relato extranjero ("Una edad difícil", incluido en Una edad difícil, Nevsky Prospects). Tras la entrega de los trofeos, consistentes en una representación tridimensional del logo de Nocte creada magistralmente por el escultor Rafa Rius, los miembros de la asociación nos dimos un buen homenaje en el restaurante Madrid Madriz, junto con los premiados o sus representantes (los editores de Valdemar y Salto de página) y otras figuras importantes del círculo literario. Lo que pasó después, en las copas, como se suele decir, se queda en las copas.

El conjunto de eventos se enclavó en el museo del Romanticismo, un marco incomparable, apropiado como centro neurálgico de la Semana Gótica y las actividades de Nocte.

Me quedo, no obstante, con la gente, con el factor humano de las jornadas. Conocí a muchas personas interesantes, y al fin pude ponerles voz a amigos de Internet que cada día me regalan sus enseñanzas y me enriquecen como escritor merced a su pluma, su generosidad, su pasión y su enorme talento. He regresado muy feliz a casa y cargado de experiencias positivas, aunque exhausto de cuerpo y mente tras una sobredosis intensa de literatura. El otoño que viene volveremos a tener una cita obligada; la Semana Gótica se perfila, año tras año, como un encuentro literario temático de primer nivel. Mientras tanto, habrá que ponerle un ojo a la eminente Hispacón.

27 oct 2013

Los nombres muertos, de Jesús Cañadas

Portada de Los nombres muertos, novela de Jesús CañadasA Jesús Cañadas le gustan los secretos. Le encantan las historias llenas de misterios, los entramados de acertijos que enredan al lector, que lo obligan a tirar de la madeja de la literatura con cierta avidez por saber qué va a pasar después, hasta que ha deshilvanado toda la trama. Supongo que empezó buscando este tipo de historias en su rol de lector y, como todo buen juntaletras, acabó escribiéndolas él mismo. Ya demostró esta fascinación por lo oculto en su ópera prima, El baile de los secretos (reseña por aquí), una de esas novelas que se te quedan ancladas en la mente y que verifican muchas cosas, entre ellas el talento narrativo de este autor en ciernes. Un talento, a la sazón, aún por explotar, por pulir. El baile de los secretos constituyó una carta de presentación genial, pero adolecía de ese exceso en el estilo tan propio de muchos autores noveles. Los nombres muertos, su segunda novela, recién publicada por el joven sello Fantascy de Random House Mondadori, tiene todo lo bueno de El baile de los secretos, que es mucho, pero al mismo tiempo está purgada de grandilocuencias, por lo que representa la madurez de un escritor que se perfila como uno de los puntales del panorama actual de la literatura patria de género.

Los nombres muertos (454 de Angell Street en su estado embrionario) cuenta la historia de una extraña búsqueda: la que emprende el escritor Howard Phillips Lovecraft, acompañado de un puñado de buenos amigos, en pos del Necronomicón, un libro diabólico escrito con sangre que no debería existir porque solo es un medio narrativo ideado por el propio Lovecraft. La premisa, de por sí, resulta interesante y presagia grandes aventuras en un universo a un tiempo metaliterario y puramente lovecraftiano, en el sentido más literal. Pero el resultado es mucho mejor de lo que se promete. Cañadas trenza con habilidad géneros tan dispares como el noir y la aventura, el terror y el thriller, todo ello aderezado de buenos personajes, cierto regusto a folletín pulp y unas dosis muy medidas de humor inteligente.

Entre los muchos aciertos de la novela podemos destacar la cuidada elección de sus protagonistas. Los nombres muertos puede integrarse dentro de ese subgénero literario que pone a un escritor mítico en el rol de personaje y lo envuelve en un escenario basado en sus propias historias; el ejemplo más cercano lo tenemos en Félix J. Palma y su trilogía victoriana, en la que se hace lo propio con H. G. Wells. Los nombres muertos, por su parte, ubica al rarito de Providence en el centro de la acción y lo inunda con sus propios mitos, pero Jesús, consciente de que todo eso son simples recursos, en ningún momento pierde de vista su meta: contar una buena historia de suspense. Lovecraft es Lovecraft pero también un personaje fruto de la mente de Jesús Cañadas. Lo mismo pasa con Sonia Green, Frank Belknap Long y Robert Howard, en los cuales podemos apreciar las personalidades que encarnaron pero también una conveniente adaptación a la historia que se cuenta, formando así un trío de secundarios escrupulosamente calculado, que se complementan a la perfección. Eché de menos, todo hay que decirlo, a Clark Ashton Smith, figura vital dentro del círculo de Lovecraft que se merecía cuando menos un honroso cameo en la novela. De algo tendré que quejarme.

El estilo de Jesús Cañadas en Los nombres muertos resulta fluido y agradable, pero dista mucho de ser simple. La novela está cargada de hermosos hallazgos literarios que no entorpecen el ritmo de la novela sino que a todas luces la enriquecen. Cañadas se ha medido esta vez y ha esparcidos dichas perlas literarias a lo largo de toda la obra, con un pulso estratégico muy acertado: el rodaje como autor se le nota, y aquí el resultado ya es de diez.

A Jesús Cañadas le gustan los secretos, y también los guiños y homenajes, que no dejan de ser más secretos enterrados en sus páginas. Y Los nombres muertos, como su novela de Ajec, también los tiene. Homenajes a los autores de la época y a la propia literatura, a los lectores del fantástico. Homenajes al cine de los ochenta, a las revistas pulp y a la serie B en general. Pero, sobre todo, abundantes guiños a las andanzas de Indiana Jones. Y es que Los nombres muertos puede disfrazarse de muchas cosas y abordar numerosos palos, pero por encima de todo es pura aventura, con todos los ingredientes necesarios para simplemente pasar un buen rato leyendo. En sus páginas hallaremos misterios, sorpresas, persecuciones, disparos y puñetazos, localizaciones exóticas, sociedades secretas, villanos enigmáticos, alianzas impensables y muchísima acción. Se dibuja en algunos escenarios terroríficos pero no es una novela de terror. Tiene de protagonistas a grandes figuras del fantástico pero no es una novela fantástica. Se trata de una suerte de ucronía encubierta, un espejismo histórico con una base muy real. Cañadas se ha documentado hasta la obsesión para otorgar verosimilitud a su obra pero no ha dudado ni un segundo en retorcer los hechos cuando esto beneficiaba a los intereses de su narración. Así que, amigos historiadores, mucho cuidado al asomaros a esta novela, porque Cañadas no os ha hecho ninguna concesión: ofrece una de cal y otra de arena a partes iguales. En cualquier caso, y a pesar de constituir un sacrilegio para muchos (historiadores puristas pero también fandomitas radicales, a quienes se les revolverán las tripas al leer algunas secuencias escritas con muy mala leche), todas esas arriesgadas decisiones argumentales han logrado que el trabajo final sea sin duda más redondo.

A Jesús Cañadas le gustan los secretos. También la buena literatura como lector y, afortunadamente para nosotros, como escritor. Que siga arrojándonos novelas como esta durante muchos años de prosperidad literaria (con la venia del gran Cthulhu, claro). Los lectores, el género y la propia literatura saldremos ganando.

13 oct 2013

Pero en la noche

RutinaMe despierto con una punzada de tristeza, digiriendo el sueño que acabo de tener, pero enseguida me incorporo y dejo que los susurros de la mañana me vayan tomando poco a poco el cuerpo. Me levanto lleno de energía, con optimismo y ganas de comerme el mundo: será cosa del ejercicio y de la dieta. Me visto, desayuno y salgo hacia el instituto con la ilusión por bandera. Los Who le cantan a Tommy en los altavoces del coche mientras el día se enciende poco a poco tras las lomas de Baeza.
Abordo el curro con mucha ilusión. Hace tiempo que no me pasaba. El trabajo que ejerzo no es vocacional ni me enriquece, pero no me malinterpreten: no lo cambiaría por nada del mundo. Ningún otro empleo ofrece tal calidad de vida, y me siento afortunado por cultivarlo. Ahora me encanta venir aquí todas las mañanas, relacionarme con los compañeros, reírme de los chistes y las tonterías a la hora del café, aprender de los alumnos, enseñarles yo también algunas cosas y reñir a alguno de ellos, que eso también forma parte del trabajo. Pero el enfado siempre se finge, no es real. A veces me cruzo con ella por los pasillos, pero paso de largo casi sin mirarla. Al principio tuve la esperanza de que pudiéramos ser amigos, ahora sé que ella no quiere ni que seamos compañeros. Así que cumplo su voluntad con entereza y dignidad.

Termino mi jornada un poco cansado. Quizá me tome unas cervezas con los amigos o vaya a ver a mis padres o igual marche a casa, a la calma impagable del hogar. Nadie me espera allí, pero soy del tipo de personas que entablan una extraña amistad con la soledad. Me preparo algo sano para almorzar mientras veo un capítulo de Evangelion: ensalada de primero y pollo de segundo, o crema de verduras  y un carpaccio de ternera para acompañar. O una pizza o un par de fajitas, que la comida rápida bien preparada no tiene por qué ser basura. Por un instante, al abrir el cajón de los condimentos, siento otro breve arranque de tristeza. Aún sigue allí el bote de las hierbas provenzales, que me recuerda a ella, a la última vez que fuimos juntos al Carrefour. Por alguna razón se me ha quedado clavado ese momento y me lo dibujo en la mente como si fuera ayer. Que venga Freud y me lo explique.

Después caeré un rato en el sofá, no más de veinte minutos. “La siesta de la llave”, la llaman los mexicanos: se duermen con una llave en la mano hasta que el sonido que hace cuando la dejan caer, justo al ingresar en el sueño, los despierta. Esa es la mejor siesta, aquella que solo te repara un poco y no te levanta confundido o con el humor agriado. Además, no quiero soñar también en la sobremesa.

Tengo toda la tarde por delante, estoy solo y puedo hacer lo que me venga en gana. Me siento eufórico, libre, muy feliz. Leo un poco en el sofá, o quizá en la biblioteca de la buhardilla. La canción secreta del mundo, de Cotrina, es la novela de estos días y la estoy disfrutando un montón. Soy un lector muy lento, pero quizá se deba a que ahora leo con conciencia escritora y me demoro en los pasajes hermosos o sorprendentes, y el libro de Cotrina los tiene a paladas. Quizá muerda también algún tomo de La patrulla-X; esos tebeos siempre me hacen viajar muy lejos. Después me echaré una partidita a algún videojuego molón, como Bioshock o Dragon Age. La vida me parece hermosa, disfruto muchísimo de los pequeños placeres. Soy feliz, tremenda y sinceramente feliz. Soy feliz con muy poco, pero ese es mi carácter y no tengo otro.

Hora de salir a correr un rato o subirme a la bici. En el primer caso, me dejaré llenar los sentidos por la vida frenética que rueda a mi alrededor mientras gasto el suelo con mis zancadas de potrillo. En el segundo, dedicaré también esa hora a escribir, mi verdadera vocación, porque se puede pedalear mientras uno imagina, teclea y compone. Un par de páginas y Obituario Primavera crecerá un poco más, estará algo más cerca de salir a conocer mundo, en concreto el bullicioso cosmos de las casa editoriales, ahíto de fieras pero también de gente maravillosa. Mi cuarto libro, que espuma cada día en el útero de mi soledad. Cada nuevo libro es siempre una ilusión. No tendré más hijos que a ellos.

Después hago unas pocas pesas, flexiones, abdominales o dominadas, y a la ducha. Y cuando abra el cajón de la ropa interior para cambiarme tal vez encuentre un pelo de ella. Uno de sus cabellos, tan largo, tan tostado, tan personal. Un nuevo pinchazo de dolor, breve pero agudo. Esta casa está llena de ecos, esta casa huele a ella y grita su nombre en silencio. Sus cabellos son sus ecos, y jamás desaparecen del todo; por más que limpie, siempre brotan más. Pero me gustan, hay una parte masoquista en mí que se alegra cada vez que descubro uno nuevo. Por suerte o por desgracia, de él ya no quedan pelos, ni siquiera en la parte trasera del coche.

Ahora tengo varias opciones: llamar a algún amigo, a Diego, a Ramón, a Santi, a Adrián, o a los que están veinte minutos más lejos, Pedro y Juanga y los demás, y salir a tomarme algo con ellos (si es jueves, tal vez caiga también un par de cubatas). Reírme, aprender, enriquecerme. Me siento feliz, vivo, con una pequeña fortuna en amistades, que es la mayor de las fortunas. O puede que cene algo ligero y vea una película en mi sala de cine. Hace tiempo que no bajo, y hoy puede ser un buen día para arrancar la fábrica de sueños, con todo el ritual de los avances y las palomitas. La tele en mi casa está vedada: puede sonar a manifiesto gafapasta, a puro cliché, pero qué quieren que les diga, es la verdad. La mayoría de los canales ni siquiera se ven.

Puede que antes de acostarme intercambie algunos mensajes de Whatsapp con Lara, Sonia o cualquier otra. Alguna intentará tirarme los tejos, como de costumbre, pero yo ahora paso de mujeres. Siento una pereza de plomo cuando pienso en tener que volver a empezar. No, por el momento no quiero mujeres en mi vida. Abandoné por propia voluntad a la que más me completaba, y no voy a intercambiarla por ningún sucedáneo. Amigas, muchas; complicaciones, las justas.

Me acuesto con un libro en la mano y dejo que el sueño vaya extendiendo poco a poco sus zarcillos desde la almohada y me abrace con su dulce sosiego. Me siento feliz, liberado. La vida es fantástica, lo pienso sinceramente. Cierro los ojos y así termina mi día, mi rutina.


Soledad

¿Termina? No del todo. Porque ahora llega el sueño, y en él nada ha cambiado, todo sigue igual. Ella está conmigo, vivimos juntos, y somos dichosos. Nos reímos y apoyamos el uno al otro. No tenemos nada en común pero eso no nos importa. Su cara mala, que la tiene y es poco agradable, no aparece en el sueño. Solo queda lo bueno. Estamos juntos y lo sacamos a él, el más guapo de los suyos y una espina infinita en mi corazón. Le damos una vuelta por el campo, lo oímos ladrar detrás de los conejos, lo vemos disfrutar y eso nos hace felices también a nosotros. Lo más parecido a un hijo que nunca tuve y jamás tendré, quizá aún más intenso que mis propios libros.

Y me despierto al día siguiente, sabiendo que del amor ya no queda nada por ambas partes, pero al menos por la mía sí un tremendo cariño residual. Una resonancia de ese amor que siempre eclosiona en la oscuridad de la noche, tras los párpados, en la vida alternativa del fondo de las alcobas, siempre. Noto una punzada de nostalgia y por un latido me lamento rumiando si tomé la decisión correcta. Cuando elegimos renunciamos. Toda elección entraña una pérdida. Pero el resquemor pasa rápido, enseguida me siento de nuevo feliz y vuelvo a aferrar con mucho optimismo el nuevo día, un día maravilloso. Y comienza otra vez mi rutina.

Solo le pediría dos cosas, dos cosas para terminar. La primera: que por favor, por favor, sea muy feliz. Como lo soy yo la mayor parte del día.

La segunda: que deje de avecindarse en mis sueños.

19 sept 2013

Bodegón de carne y pellejos: Naturaleza muerta

Naturaleza Muerta, de Víctor Conde
Retales de carne ambulantes, parodias leprosas de antigua vida. Caminantes. Pululan por doquier, infestan los supermercados, las librerías, las salas de cine, las televisiones y los videojuegos. Zombis, los llamamos. Han ido plagando los medios gradualmente, arrastrándose con sus lentos pasos, y de constituir un subgénero muy hundido en el terror underground han pasado a asaltar estanterías del mainstream y alcanzar la categoría de género por derecho propio. Un género tan amado como denostado. Nos invaden, las obras de este género nos asedian, como las propias criaturas que pueblan sus páginas, fotogramas y bits. Clónicos, espejados, centuplicados. La moda pasajera, ¿o no tanto?

Los hay quienes los desprecian, quienes combaten contra ellos con la motosierra y el hacha de sus plumas y voces, atribuyéndoles a sus seguidores la misma escasez cerebral que las aclamadas criaturas. También hay quienes se limitan a disfrutarlos sin mayores prejuicios, sin importarles si están gastados o no, porque, demonios, pese a todo, ¡qué divertidos son! Y hay quienes, aún amándolos, agotados por la reiteración de la fórmula buscan la reinvención del género, ya sea como lectores o escritores.

Un botón de muestra: se dice que The Walking Dead, work in progress del noveno arte conducido por Robert Kirkman y mudado a la pequeña pantalla por Frank Darabont, supone una rara avis dentro del panorama zombi. Que resulta una serie innovadora, porque se centra en las reacciones de los personajes, en sus rencillas y vivencias, en cómo van evolucionando para adaptarse a un mundo en que ya solo imperan las necesidades más básicas. Pero no nos engañemos: nada de esto es nuevo. Esa idea ya estaba ahí desde la fundacional cinta de George A. Romero, La noche de los muertos vivientes, en eso consistía precisamente su planteamiento. ¿Qué innova entonces la serie de Robert Kirkman? Bajo mi punto de vista: nada. Parte de su éxito se basa precisamente en lo contrario, en dejar intactas las bases. Y jugar con ellas es la otra cara del logro, construir encima una serie larga, sin final aparente, una telenovela zombificada que nos permita dilatar la evolución de los protagonistas y, por ende, identificarnos más con sus emociones y motivaciones (prerrogativa que, por otro lado, comparten todas las series). En boca del propio Kirkman: “Para mí, lo peor de las pelis de zombis es el final. Siempre quiero saber qué pasa después. Conocemos al personaje, vive una aventura y bum, aparecen los títulos finales. La idea que hay tras mi serie es la de seguir con el personaje durante todo el tiempo que sea posible. Nunca nos preguntaremos qué le pasa luego a Rick, lo veremos. The Walking Dead será la película de zombis que nunca acaba”.

Y esto ocurre también con los zombis literarios: muchos se promocionan como la reforma definitiva del género cuando lo cierto es que son más de lo mismo. Sin embargo, hay obras que sí resultan verdaderamente revolucionarias, o al menos gozan de ese potencial (la mayoría pasa desapercibida entre sus hermanos de más calado). Siguiendo con la tónica de los botones, La sonrisa de los muertos, de Daniel Pérez, y American Zombie, de Miguel Barqueros, son dos de estas propuestas. La primera, aproximando el descerebrado antropófago a la clásica figura del vampiro; la segunda, mezclando hábilmente lo hortera con el gore más visceral. Naturaleza Muerta, de Víctor Conde, constituye sin duda otra de estas excepciones. La novela adjunta devoradores de carne, no lo vamos a negar. Y diré más: son los clásicos, los romerianos de toda la vida. Sin embargo, Víctor Conde ha logrado de algún modo que los muertos vivientes (pellejos, los llama él) figuren al fondo del escenario, al fondo pero del todo, como maniquís de atrezo que simplemente refuerzan lo grotesco del decorado.
Víctor Conde, canario galardonado con el prestigioso Minotauro, nos resume su novela en la contraportada: “Un mundo devastado por una catástrofe de proporciones bíblicas. Siete supervivientes en un tren hacia ninguna parte. Siete personas muy distintas, asustadas, cada una con su propio secreto inconfesable. Por las calles de todas las ciudades del mundo caminan legiones de muertos vivientes, devorando cada ápice de carne viva que cae en sus manos. Y todos ellos buscan algo, ¿pero qué? ¿Qué ha causado la catástrofe? ¿Por qué solo han sobrevivido siete personas, y adónde las lleva ese tren? La respuesta podría ser algo extremo y aterrador, algo para lo que ninguno de ellos esté preparado”.
Naturaleza muerta es rápida, onírica, coherente, barkeriana y lírica. De este libro me gusta todo: los personajes, la prosa, la atmósfera, el ritmo. Los oscuros pasados de los protagonistas, como en el mejor Perdidos, se entretejen con la trama principal con naturalidad. Las voces de cada historia, elegidas con escrúpulo, cobran una inflexión propia sin desentonar con el conjunto. Uno de los fragmentos más incomprendidos de la novela es el flashback de Blanca, la colegiala. En mi opinión dicha escena es crucial por motivos puramente estéticos, ya que aporta ese toque chillón que la gran pintura que es Naturaleza Muerta precisaba para rematar un todo macabro, teratológico, truculento. Asimismo me seduce la idea que subyace bajo esta pequeña gran obra, el final críptico tras el cual late una de las tentativas más arriesgadas de la literatura especulativa: aunar ciencia y religión sin que el todo chirríe. Y este libro lo consigue. Y no chirría.
Estamos ante una de esas novelas que invitan a profundizarla, a descubrir más datos sobre ella y su autor en Internet, una vez que has acabado la última página. Yo lo hice, y asistí atónito a un espectáculo digno del propio libro: en cierto foro, la novela era infamada en una calculada maniobra destructiva mientras el propio Víctor Conde, que como buen autor curioso gusta de mezclarse entre los lectores para conocer de primera mano sus opiniones, aguantaba el chaparrón como podía, infiltrado entre los foreros. Ahí descubrí al autor más allá de la novela y ahí empezó este tipo a caerme bien, antes de tenerlo de compañero en Nocte. Porque en ningún momento perdía las composturas: se enfrentaba a aquellos zombis internautas con el disparo al cerebro de un talante envidiable. Uno de los defectos que se le achacaban, recuerdo, era su valentía al escindirse de los tópicos. Los muertos vivientes de aquel espacio exigían más podridos clónicos, espejados, centuplicados. Más Romero puro, menos experimentación. Afortunadamente, aún queda Conde para rato, que incluso está jugando con la depravada idea de escribir una segunda parte.
Al final, parece, los muertos vivientes somos legión. Desde los que como zombis reprueban el género con críticas manoseadas hasta los que injurian al que se esfuerza por superar el cliché. Este blog, por ejemplo, es otro zombi. Los molinos cibernéticos son cadáveres de viejas aceñas, y hay asimismo un Quijote Z. Víctor Conde es un zombi, Robert Kirkman es otro zombi y tú y yo también: todos sin excepción somos zombis.
Reseña escrita originalmente en septiembre de 2012, pero aún inédita.

31 ago 2013

En la feria tenebrosa. Reseña y guía

En la feria tenebrosa, portadaHace poco hablábamos en este artículo de los librojuegos, ese género exótico denostado por algunos, amado por muchos, que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar a estos últimos. Hoy quiero presentaros el ejemplo perfecto del librojuego perfecto: En la feria tenebrosa (Saco de Huesos, 2013). Un librojuego moderno que, para más inri, ha sido diseñado por escritores españoles profesionales.

El argumento y el contexto se escinden de los habituales en este tipo de libros (que suelen ambientarse en escenarios épico-medievales y versar sobre la búsqueda de tesoros o el enfrentamiento entre el bien y el mal). En la feria tenebrosa nos introduce en el papel de un adolescente que asiste a una feria nueva afincada en las afueras del pueblo, para pasar una velada agradable en compañía de su novia. Pero ella no se presenta en el sitio acordado y la feria da muestras de no ser lo que parece. Hay algo engañoso detrás de su inocente apariencia de festejo y felicidad, un pálpito inicial que pronto se traducirá en hechos y que viene a definir nuestro objetivo en el libro: encontrar a Sofía y salir por patas de ese recinto de malignidad y muerte.

La feria está dividida en dos grandes explanadas salpicadas por atracciones a cual más extraña, sorprendente y peligrosa. Nuestra libertad a la hora de movernos por la feria será total; nos serviremos del mapa incluido en las primeras páginas del libro para guiarnos en este microcosmos de pesadilla. Saltaremos a nuestro antojo de una a otra atracción, si es que no nos dejamos la piel en el camino. Visitaremos la carpa de las Sombras Chinescas, la Casa Magnética, el Circo de los Monstruos, la atracción de los Piratas, la Casa de los Espejos. Nos perderemos en el Laberinto del Terror e ingresaremos en los pequeños mundos contenidos en el temerario Viaje por el Nilo, el misterioso Callejón sin Salida, la histriónica carpa de los Títeres. Y podremos, en todo momento, aproximarnos al Rincón Arcano para adquirir equipo que nos facilitará mucho las distintas incursiones que estamos destinados a emprender por esta zona maldita.

¡Diez! han sido los autores responsables de la parte literaria del asunto. Diez escritores conectados por Nocte (Asociación Española de Escritores de Terror), diez autores consagrados, de largas trayectorias literarias, algunos de ellos con premios importantes. Gente de la talla de Miguel Puente, Fernando Lafuente, Jacobo Feijóo, Pedro Escudero, Roberto J. Rodríguez, Fermín Moreno, Joaquín Fernand, Víctor Conde, Ángel Sucasas y José Alberto Arias, ahí es nada. El resultado garantiza un nivel estilístico y narrativo de primera. Sin embargo, confieso mis recelos apriorísticos en cuanto a la coherencia del conjunto. No es nada fácil diseñar un librojuego por una sola persona; hacerlo entre diez se me antojaba disparatado. Pero me equivocaba del todo. El resultado goza de una coherencia absoluta y de una jugabilidad envidiable, hasta el punto de que es uno de los librojuegos mejor diseñados a los que he podido asomarme. En este sentido, la labor de los coordinadores del proyecto ha resultado fundamental. Pero vayamos por partes. Dividamos el estudio de la obra en su parte literaria (libro) y su cara lúdica (juego).

Empecemos por la parte literaria. En la feria tenebrosa es narrativamente una gozada. Vale que la premisa es muy simple, pero todo es deliberado: un librojuego debe partir de un objetivo sencillo y potenciar la ambientación y las subtramas, de forma que la complejidad argumental vaya del todo a cada una de las partes. Es así como funciona y los chicos de Nocte lo saben. Que no os engañe por tanto el cliché de la propuesta, porque el libro está cargado de detalles originales y, sobre todo, de un escenario que parece que respira en cada sección. Los autores han sabido dotar a la feria de una atmósfera misteriosa y oscura, tétrica, ambigua. Macabra y maravillosa a un tiempo. Una atmósfera que arrastrará al lector hacia el corazón de las páginas y que constituye la esencia del libro. Aquí es donde se aprecia la mano de los expertos en terror que son sus autores. Y lo mejor de todo es que los diez cerebros trabajando en comandita dan lugar a una variedad de mundos que, sin abandonar esa ambientación que une a todas las atracciones, enriquece ostensiblemente el conjunto. Y aunque se aprecia sutil la mano de cada autor, también es palpable el esfuerzo por aunar estilos que han empeñado autores y coordinador. Todos los textos son concisos, espartanos, con las descripciones justas, lo cual no denota mala calidad literaria sino todo lo contrario (hay que ser muy buen escritor para atomizar bien). Los autores, sabedores de que un buen librojuego debe potenciar su lado lúdico con un estilo literario mínimo para que el texto no eclipse la diversión, han medido el tamaño de los párrafos con celo sin renunciar por ello al buen hacer literario. Y otro detalle que no pasa por alto es el sutil toque humorístico con que los autores engalanan cada escena. Esto también es intencionado, porque todos los autores le dan el mismo punto y el conjunto sigue sin chirriar. Fernando Lafuente acierta cuando declara en entrevistas que el libro tiene algo de J. H. Brennan (creador de La búsqueda del Grial). En la feria tenebrosa homenajea los grandes librojuegos de los 80, cogiendo lo bueno de cada uno sin renunciar a un estilo único, con un sabor muy "nocteño".


Mapa de la Feria
Mapa de la Feria
En cuanto a la jugabilidad, insisto en que nos hallamos ante uno de los mejores librojuegos jamás diseñados. La mayoría de sus autores son veteranos lectores del género y han volcado todos sus conocimientos para forjar una experiencia de juego perfecta. En primer lugar, merced a un sistema de juego exótico pero sencillo, que no vuelve pesados los combates pero les dota de gran riqueza gracias al empleo de armas y al uso adicional de los puntos de Héroe (el consabido metadato). Y, en segundo lugar, por la medida dificultad del juego. Reconozcámoslo: los libros de Lucha-Ficción estaban muy bien porque eran sencillos y directos, y además tenían el mérito de ser los primeros; pero en cuanto a jugabilidad, dejaban mucho que desear. Empezando por esa tirada inicial de Destreza que determinaba el éxito de la empresa antes siquiera de empezar la partida, y acabando con cada una de las tiradas del juego. Recuerdo que, en la introducción de los libros, el autor nos aseguraba que el camino correcto conduciría a la victoria con independencia de los dados. Mentira cochina. En este sentido, Laberinto mortal, tan venerado por muchos, era un auténtico pestiño. Sin olvidar lo poco intuitivas de algunas decisiones, en las que la mera elección de tomar el ramal de la izquierda o el de la derecha suponía la diferencia entre la vida y la muerte. Todo esto lo han sabido ver los chicos de Nocte y han creado un librojuego pulido de menoscabos. Un librojuego en el que las tiradas de dados van a proyectar ese toque de emoción tan necesario en el género, por supuesto, pero que realmente no constituyen más que un mero trámite si sabemos jugar bien. Los riesgos se minimizan si elaboramos una buena estrategia (por ejemplo, visitando las atracciones en el orden adecuado), si gestionamos bien los puntos de Héroe, si tomamos las decisiones correctas y realizamos las investigaciones oportunas. Aquí sí que todo depende de nosotros y nuestro juego, no de las tiradas. La labor de investigación es crucial en La feria: los personajes ocultan secretos, y si logramos desvelar algunos de ellos nuestras posibilidades de supervivencia se incrementarán notablemente. Así, el libro está pensado de tal modo que nos va a resultar muy difícil pasárnoslo con éxito en las primeras partidas, pero en cuanto entendamos la mecánica subyacente se nos hará fácil. Rejugable pero no imposible. Para mí, ese es el camino y la temperatura de dificultad perfecta para un librojuego. Y los artistas de Nocte lo han conseguido.

Quedan detalles por mencionar. Por ejemplo, no puedo pasar por alto los fabulosos enigmas y acertijos que los autores han diseminado cuidadosamente a lo largo de toda la feria, desde adivinanzas clásicas hasta códigos secretos a lo Brennan, pasando por juegos de lógica y hasta de pensamiento alternativo. La dificultad, aquí, también ha sido regulada y no hay ningún acertijo que no resulte asequible a la inmensa mayoría de los lectores. En mi opinión, un librojuego gana muchos enteros si está provisto de una buena ración de acertijos, que le dan un toque exótico y aumentan su calidad lúdica. Y para los que no gusten de estas comeduras de tarro enlatadas he de añadir que uno puede pasarse La feria sin haber acertado ni uno solo de los acertijos.

Y qué decir de las magníficas ilustraciones de Pedro Belushi. Hasta en esto es original En la feria tenebrosa, ya que el estilo de Belushi no es precisamente corriente y sin embargo se adapta a los textos de los autores como un guante. Y no hay pocas ilustraciones en La feria. El libro está plagado de ellas, que van desde los vislumbres panorámicos de cada una de las atracciones hasta las estampas amenazantes de enemigos concretos. Tampoco puedo olvidarme, dicho sea de paso, del excelente acabado del libro. Me ha sorprendido el buen hacer de los chicos de Saco de Huesos (encabezados por M. Puente y J.A. Laguna), ya que la maquetación es muy superior a la de muchas editoriales de renombre, y estamos hablando de un libro cuyo trabajo de edición ha debido de ser arduo en el mejor de los casos. El empeño, el cuidado y el cariño se traducen en un trabajo bien hecho en todos los aspectos. Sé de buena tinta que todos los implicados han sudado sangre para sacar este proyecto a la luz, y por mi parte he de decir que el resultado sin duda ha merecido la pena.

¿Problemas jugando a La Feria? A continuación te ofrecemos nuestra particular Guía del Juego. Pero ¡atención!, has de saber que esta guía contiene numerosos espóilers. Se recomienda encarecidamente jugar al libro sin ayuda; se disfruta mucho más, y la victoria resulta más satisfactoria. Aconsejo su lectura solo en caso de que la resolución del libro presente serias dificultades. Si a pesar de todo decides seguir adelante, haz click aquí.

11 ago 2013

El Teatro de los Prodigios, nominado a dos premios Ignotus

Mi antología de relatos de género, El teatro de los prodigios, publicada en julio de 2012 por la editorial Ajec, ha recibido dos nominaciones a los prestigiosos premios Ignotus, los más importantes del fantástico en España, en las categorías de mejor cuento y mejor novela corta.

Premio IgnotusEl premio Ignotus, otorgado por la AEFCFT (Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror), galardona las obras de autores españoles y extranjeros publicadas en España durante el año anterior al fallo del mismo.

Los ganadores se elegirán en noviembre, tras una segunda fase de votaciones, y los premios se entregarán en el marco de la Hispacón, probablemente en diciembre. La cosa está bastante reñida, ya que figuran verdaderos monstruos del fantástico patrio entre los candidatos. Pero encontrarme entre los finalistas ya es motivo de orgullo para mí y mi teatro de pequeños dramas.

Aprovecho esta entrada para anunciar las últimas reseñas de El teatro de los prodigios que han aparecido en Internet, algunas bastante recientes (sí, aún siguen saliendo, un año después de su publicación):

* Reseña en La espada en la tinta

* Reseña en Círculo Ánimas, Uni Radio Jaén

* Reseña en OcioZerio

* Reseña en Caminando entre libros

* Si deseas leer las reseñas anteriores, pincha en este enlace.

Por último, os informo de que El teatro de los prodigios ha sido liberado amablemente por la editorial Ajec, y que puede obtenerse gratis en formato electrónico en las siguientes direcciones:
El teatro de los prodigios versión mobi

Un saludo y gracias a todos los que os habéis animado a asomaros a estos nueve relatos prodigiosos.

27 jul 2013

IndyCon, I Convención de Indiana Jones en Úbeda

IndyCon
No tengo ningún pudor en reconocer que Indiana Jones y el templo maldito está entre mis películas favoritas, si no es la primera, además de uno de los jalones (junto a La historia interminable de Michael Ende, los librojuegos de Altea o los cómics Marvel, verbigracia) que me convirtieron en el juntaletras del fantástico que ahora soy. Por eso, cuando me enteré de que se iba a celebrar una convención de alcance europeo dedicada por entero a mi personaje favorito y que, para colmo, iba a celebrarse en mi propia ciudad, la alegría que me embargó no podía medirse en palabras. Aunque, a poco que se piense, la elección del escenario no resulta tan sorprendente. Y es que Úbeda le sienta a Indiana Jones como un guante: ¿qué mejor entorno para un encuentro de aficionados que una urbe nombrada patrimonio de la humanidad por la Unesco, arquitectónicamente inimitable y con indudable interés arqueológico? La entrada bloguera de hoy constituye una crónica resumida del evento, ligado al Cinefan Festival de Úbeda, una iniciativa que pretende aproximar anualmente un género o figura del séptimo arte a todos sus amantes, fomentar la cultura y convertir Úbeda, durante unos días, en un asombroso plató viviente. Acomódense pues en su butaca, desplieguen su bolsa de palomitas y prepárense para una aventura de cine. Luces, cámara y… ¡acción!


Organizadores
La pasada semana todos los amantes del buen cine de aventuras, y más concretamente de la mítica figura de Indiana Jones, pudimos disfrutar en Úbeda de la IndyCon, la primera convención dedicada al famoso arqueólogo. Fueron cuatro días de experiencias y emociones, cuatro días cargados de sorpresas en un marco cultural incomparable. Cuatro días que se me hicieron escasos a pesar de la avalancha de actos que los muchachos de Cero Culture y Semer Turismo, así como los miembros de la Asociación de la Comunidad Fan Española de Indiana Jones (AFIJ), tuvieron a bien organizar para mayor disfrute de los asistentes.

Admito mi escepticismo inicial ante la propuesta, pero la convención superó todas mis expectativas, no solo en cuanto a la calidad de los contenidos sino también en relación al número de los mismos. Las empresas asociadas volcaron todas sus ilusiones en el proyecto y eso se aprecia en el resultado, ciertamente plausible. Se les vio poner toda la carne en el asador a los Cero y a Semer, encabezado por el incombustible Pablo Lozano, así como a los chicos de la AFIJ, sin cuya colaboración el evento no hubiera sido el mismo. No olvidemos que la AFIJ es una asociación creada por meros fans y cuyas actividades no se fundamentan en el ánimo de lucro sino en la simple pasión por un personaje a quien muchos le hemos cogido un tremendo cariño (un cariño que no se ha empañado ni tras la horrorosa cuarta entrega cinematográfica).


Carlos GilInvitados
Invitados de excepción

Entre las actividades organizadas tuvimos mesas redondas, conferencias y charlas sobre distintos temas relacionados con Indiana Jones, el cine y la arqueología, como la música de Indiana Jones (charla impartida por el escritor Jorge Magano), Vic Armstrong y los especialistas del cine de aventuras (ofrecida por miembros de la AFIJ) o la perspectiva arqueológica de la trilogía (impartida por arqueólogos profesionales).

Objetos de la exposiciónTambién disfrutamos de una exposición de réplicas de los objetos de las películas y de utilería original de producción, como claquetas, bocetos, storyboards, fotos de producción o los guiones de las tres películas. La exposición se ubicó en el hermoso Museo Arqueológico de Úbeda y estuvo permanentemente abierta durante todo el festival; miembros de la AFIJ ofrecieron visitas guiadas en las que nos comentaron multitud de curiosidades sobre el atrezo de los filmes y los objetos expuestos, haciendo especial hincapié en los mcguffin de las películas (los tesoros perseguidos por Indiana).


Espectáculo de Indiana Jones

Los chicos de la AFIJ nos deslumbraron con sus curradísimas representaciones de escenas de las películas, sus disfraces, sus espectáculos, la concentración de personajes durante el Paseo de la Fama (donde además de personajes clásicos de Indiana Jones tuvimos ocasión de fotografiarnos con Darth Vader, Hermione Granger o el Joker, entre otros). Asimismo nos demostraron su excelente dominio del látigo en los inicios de cada espectáculo y, sobre todo, durante el I Concurso Nacional del Látigo del sábado por la mañana.


Más actividades. La noche del viernes 19 se proyectaron en el Teatro Ideal Cinema varios cortos vinculados al mundo de Indiana Jones, entre ellos Indiana Jones y la búsqueda del Ídolo Perdido, dirigido por Fran Casanova, quien suma la friolera de cuatro cortos dedicados al personaje además de otras creaciones de mayor calado (que también se proyectaron durante esa velada). Igualmente nos asombramos con el documental Guadix, tierra de Indiana Jones y con otros cortos relacionados con el mundo de los fans, como Spanish Ball Z o Love Wars. El sábado, por otra parte, se ofreció una mesa redonda en la cual estuvimos charlando sobre cine en general, Indiana Jones en particular, con figuras de la talla de Ramón Langa, Cristina Gil y Fran Casanova. Se me hace forzoso destacar la acertada intervención del primero, tanto en forma como en contenido, que se comía la sala él solito con su voz de trueno y sus llanos principios (no dejó de subrayar que el cine debe alimentarse a sí mismo, sin subvenciones de por medio).



Con Julian Glover
Como invitados especiales, aparte de los mencionados, tuvimos a Julian Glover, el villano de la tercera entrega del doctor Jones (quien también aparece en la saga Star Wars, como general imperial, y en la serie Juego de Tronos, como el maestre Pycelle), y Carlos Gil, director de cine y ayudante de dirección en las tres primeras películas de Indy. Ambos invitados de lujo también nos ofrecieron sendas conferencias sobre su trabajo en la saga y otros datos de interés relacionados con el mundo del cine.

Muy acertado estuvo también el Cinefan Concert del sábado por la noche, el concierto organizado por el Ayuntamiento de Úbeda y la empresa Semer Turismo que puso el broche final al festival (junto con la conferencia de Glover del día siguiente, a la que mi viaje a Francia me impidió asistir). Un concierto a cargo de la banda sinfónica de Jaén dedicado por entero al arte de John Williams, en el que pudimos deleitarnos en vivo con los temas más populares del maestro, incluyendo Star Wars, E.T., Hook, Harry Potter, Parque Jurásico, Superman y, cómo no, la trilogía de Indiana Jones. Un recorrido no solo por la música de toda una generación de cinéfilos, sino por la historia del propio frikismo. Porque allí, esa noche, en aquel marco maravilloso, con la música de Williams introduciéndoseme en el cuerpo y poniéndome el vello literalmente de punta, pude reafirmarme en la certeza de que soy un friki, que siempre lo seré y que estoy orgulloso de ello. Un soñador, que diríamos cuando el término no estaba acuñado aún y empleábamos recursos descriptivos más amables.


Concierto sinfónico dedicado a John Williams

El sentido de la maravilla. Eso es lo que despertaron en nosotros John Williams, Steven Spielberg, George Lucas y hasta Harrison Ford con sus distintos proyectos. La magia del cine y el espíritu de la aventura como nunca se había visto, cifrado todo ello en la maravillosa figura del héroe por excelencia. El aventurero del sombrero y el látigo. El arqueólogo más popular de todos los tiempos. El inigualable e icónico Indiana Jones. ¡Fortuna y gloria!

14 jul 2013

Librojuegos, literatura lúdica

Constituyeron la antesala del rol en nuestras tierras, aunque extramuros fueran su consecuencia. Alcanzaron un éxito radical en los ochenta, cuando los videojuegos no cubrían el tiempo de los jóvenes con su evolución imparable. Ayudaron a cosechar los placeres de la lectura, aunque también tuvieron sus detractores. Hablamos, por supuesto, del mágico y adictivo género de los librojuegos.

Podríamos apelar al concepto de hiperficción explorativa y remontarnos a obras como Rayuela de Cortázar para exponer la prehistoria de los librojuegos. Pero, si bien es cierto que a lo largo del siglo XX fueron numerosos los intentos por romper con la narrativa tradicional a través de experimentos literarios no secuenciales, ninguna de estas obras puede todavía considerarse un librojuego. El género, como tal, nace de la mano de los audaces E. Packard y R. A. Montgomery, quienes basándose en proyectos previos lanzaron la colección Elige tu propia aventura (Choose your own adventure). La magia del concepto radicaba en la ruptura con la linealidad narrativa, sí, pero también en enfocar el protagonismo de las novelas en el propio lector a través de una narración en segunda persona del presente. Uniendo estas dos nociones, la sensación de protagonismo estaba más que lograda. La persona y tiempo atípicos otorgaban inmediatez ("Te encuentras en un bosque cerrado. A tu derecha contemplas una cabaña sumida en sombras"), mientras que la bifurcación narrativa, de la cual teníamos pleno control ("Si deseas escalar la montaña, pasa a la página 32. Si prefieres cruzar el páramo, pasa a la 123"), completaba la impresión. Es importante subrayar el mando que ejercías sobre las ramificaciones narrativas, ya que este constituye la diferencia fundamental respecto de otros experimentos literarios previos. No es lo mismo que te digan que eres el héroe a que realmente te sientas como tal al conservar poder sobre la toma de decisiones. La narrativa, así, se convertía en un gran árbol cuyas ramas se escindían en función de las elecciones del lector protagonista.
Tras esta colección inaugural de marcado carácter juvenil, que abarcó más de ochenta números, otras editoriales y autores se apuntaron al carro de los librojuegos. Así, aparecen las colecciones de Dragones y Mazmorras, Planea tu fuga o La máquina del tiempo, seguidas de cerca por aventuras más temáticas dedicadas a los Cinco, Indiana Jones o Sherlock Holmes, entre otros.
El hechicero de la montaña de fuego, edición de AlteaPero aún nos hallamos en los primeros estadios de la evolución del librojuego. Pues, a pesar de todo, estas novelas seguían siendo más libros que juegos. La lectura imperaba sobre la toma de decisiones, el protagonista (por más que se asegurase que eras tú) tenía su personalidad definida y actuaba en consecuencia, la trama estaba clara desde el principio y solo de tanto en tanto, cada pocas páginas, podía el lector decidir sobre el futuro de la historia.
Fue entonces cuando surgió el primer auténtico librojuego, nacido de la inevitable fusión del rol con la literatura más vanguardista. Según las inciertas fuentes de la red, el librojuego fundacional vistió el nombre de Buffalo Castle: un módulo de rol en solitario donde el propio texto cubría las funciones del director de juego. No obstante, los verdaderos impulsores del género fueron los ya míticos Ian Livingstone y Steve Jackson con la creación de El hechicero de la montaña de fuego, primer número de la que se erigiría en la colección de librojuegos por excelencia: Lucha-Ficción.
Las características de este nuevo modelo vienen determinadas por los objetivos de sus creadores: diseñar un verdadero juego con forma de libro. En primer lugar, estableciendo toda una serie de reglas a la manera de los volúmenes de rol, aunque más simplificadas para que el juego no pierda agilidad. Se introducen las tiradas de dados, que van a determinar los resultados de las acciones arriesgadas del jugador y de los combates (en función también de las características de los contendientes y sus armas), lo que añade emoción e incrementa la naturaleza lúdica del producto. El jugador, a lo largo de la aventura, adquirirá objetos que pueden ser usados en ciertas situaciones y dinero que puede ser gastado para comprar armas y equipo. Los autores introducen enigmas en el libro, cuya resolución se traduce en bonificaciones y regalos para los jugadores. La sofisticación del juego aumenta y otorga flexibilidad e interés a la aventura.
Por otro lado, las decisiones del jugador imperarán sobre la narrativa; aquel determinará con mayor frecuencia el futuro de la aventura por lo que el número de bifurcaciones se multiplicará. Si en los libros de Elige tu propia aventura las hojas del árbol de decisiones eran las propias páginas, ahora se hace necesario fragmentarlas en unidades más atómicas para que haya más. Así, el texto se divide en secciones cortas, varias por página. Esta división marcará también el estilo literario de la obra, que pasará a ser escueto, directo, sin florituras, con las descripciones justas. La literatura se supedita al juego, que es lo importante, y se minimiza para que el ritmo no decaiga. Por eso muchos detractores del género parten de una premisa equivocada al tildarlo de mala literatura, puesto que, en esencia, solo es literatura a medias, y además condicionada. Estamos al fin ante un objeto el cual, aunque tenga forma de libro, es más un juego que un libro.
Algunos estudiosos del asunto llaman librojuego de segunda generación a este nuevo subgénero. Yo suelo llamar ficción interactiva a los primeros y librojuegos propiamente dichos a los segundos. En cualquier caso, lo importante es que tuvieron una repercusión aún mayor que sus predecesores. Y todo empezó con la ya legendaria serie de Lucha-Ficción.

Lucha-Ficción (Fighting Fantasy en el original) se inauguró, como ya hemos citado, con El hechicero de la montaña de fuego, cuyo éxito impulsó a sus autores a crear más números con las mismas reglas. La ambientación de estos iba desde la socorrida épica medieval, con títulos emblemáticos como Laberinto mortal, La bruja de las nieves, La ciudad de los ladrones o La ciénaga del escorpión, hasta ambientaciones futuristas (La nave estelar perdida), piratas (El desafío de los piratas), terror (La mansión infernal), cyberpunk (El guerrero de la autopista) o superhéroes (Cita con TERROR). La colección llegó a abarcar unos 60 títulos (de los cuales se publicaron 17 en España) que se tradujeron a más de 20 idiomas. El volumen de publicación llegó a ser tal que sus fundadores, Jackson y Livingstone, pasarían de diseñadores de los libros a supervisores de los mismos, relegando la ardua labor de escritura a otros autores contratados (a veces más capaces que los mismos padres del invento), e incluso empleando negros en algún caso.
A raíz del inesperado éxito de los librojuegos de Lucha-Ficción, otros autores se animaron a escribir sus propias colecciones. De todas ellas, las más importantes fueron publicadas en este país, junto con la misma Lucha-Ficción, por la extinta editorial Altea.
Numerosos librojuegos. Por cortesía de Jolan y Adalides
Creada por el incombustible Joe Dever, Lobo Solitario se considera de forma unánime la segunda colección en importancia. Aunque el sistema de hiperficción empleado es prácticamente el mismo, hay algunos cambios significativos. Por ejemplo, en el caso de Lobo Solitario los tomos no contendrán aventuras independientes, sino que todos ellos conformarán una larga saga en la que el personaje-jugador irá evolucionando a la manera del rol. Las reglas también se vuelven algo más complejas y flexibles. Además, la historia presentará personajes más ricos y un trasfondo más épico y currado; la larga duración de la serie así lo va a permitir. Los librojuegos de Lobo Solitario tuvieron tanto éxito como los de Lucha-Ficción, y lograron reconciliar un poco más el juego con la narrativa, un tanto descuidada en los números de la serie pionera.
Pero hay otras colecciones que, si bien no gozaron de la popularidad de las dos mencionadas, personalmente me parecen bastante superiores. La primera de ellas es la miniserie de cuatro volúmenes Brujos y Guerreros, creada por el mismo Steve Jackson, la cual tenía la peculiaridad de permitirnos encarnar cualquiera de las dos clases de personaje indicadas en el título. También se trataba de una saga completa y no de aventuras independientes. Usaba las reglas de Lucha-Ficción, pero ampliadas y mejoradas con la inclusión del grimorio, y la complejidad de la aventura era notablemente superior. Luego tenemos la magnífica La búsqueda del Grial (del loco J. H. Brennan), ambientada en el Avalón artúrico, que a pesar de tomárselo todo a broma y constituir la más lograda incursión humorística del género, era el más puro juego de todos ellos, con acertijos, tableros con casillas, pruebas de papiroflexia, poesía y desafíos artísticos, tablas de resultados y libertad de exploración merced a excelentes mapas marcados con secciones. Y por último, no podemos olvidarnos de la trilogía Crónicas Cretenses (de Butterfield, Honigmann y Parker), tal vez los mejores librojuegos jamás escritos, que presentaban tramas más complejas y maduras, un mayor índice de violencia y un nivel literario superior al resto, muy bien acomodado entre la precisión y la calidad estilística. Se ambientaba, como es de suponer, en la edad de Bronce griega, y la aventura bebía de la mitología, en especial del mito de Teseo y el Minotauro. Es una serie que enamorará a los amantes de las leyendas helénicas debido a su absoluto respeto por las historias canónicas de Homero y Hesíodo.
Actualmente, los librojuegos publicados por Altea son muy difíciles de encontrar, y se han convertido en objeto de toda una legión de entusiastas y nostálgicos coleccionistas. Tuvieron un éxito considerable durante la gloriosa década de los 80, pero no fueron los únicos. La Senda del Tigre, Aventuras en Tierra Media, Magos y Guerreros, La Saga del Cruzado o Marvel Superhéroes son ejemplos de otras colecciones más o menos exitosas de la época. En Inglaterra, con el tiempo, brotaron nuevas sagas. Dos de las más celebradas y modernas fueron Fabled Lands y Destiny Quest, aunque no pudimos disfrutarlas en castellano. Por alguna razón, la fiebre del librojuego se fue perdiendo, al menos en España, y las tentativas por resucitarlo de Timun Mas y Devir resultaron desastrosas. No obstante, actualmente parece que vivimos un interesante resurgir del género gracias a ciertos títulos creados por autores españoles que no tienen nada que envidiar a sus primos del norte. Aventuras como Leyenda Élfica (NoSoloRol), Héroes del Acero (Mundos Épicos) o En la feria tenebrosa (Saco de Huesos) tienen mucho que ver con esta era de plata que parece que arranca. De En la feria tenebrosa, quizá el mejor librojuego jamás diseñado en España, os hablaré en una próxima entrada.

27 jun 2013

La rosa de Waterhouse


Reconozco mi amor incondicional por el género de la poesía, pero también confieso que, por unas razones u otras, no leo tanta como quisiera. Las últimas antologías poéticas de autor único a las que he tenido el placer de asomarme han sido el Breviario de erótica perversa de José Alcalá-Zamora, el Lunario sentimental de Leopoldo Lugones y la Poesía reunida de Ramón Irigoyen. Obras todas de buena factura que van de lo erótico a lo subversivo. Pero hoy quiero hablaros del último poemario que ha caído en mis manos y que me ha horadado el corazón de parte a parte: La rosa de Waterhouse (Ed. Asociación Cultural Andrómina, 2010), de Caty Palomares Expósito.
Lo primero que llama la atención, nada más adentrarte en ese mundo simbólico que nos regala la autora, es la enorme modernidad de los poemas. Su rotunda actualidad. Caty demuestra un bagaje poético absoluto que procede a deconstruir para alumbrar su propia poesía. Tendrá sus referentes, como todo el mundo, pero no se erige en clon de nadie. A lo largo de las ciento y pico páginas del poemario, la autora extiende su propia voz, una voz que, tras la lectura, me veo capaz de identificar sin demasiados problemas mientras conserve el mismo registro. Una voz, con todo, alojada en el universo poético más flamante. Una voz, en suma, que coge lo mejor de la actualidad poética, lo personaliza y lo sublima.
Hay una doble lectura en La Rosa de Waterhouse. Caty Palomares nos habla, sobre todo, del lenguaje. De la evocación de las palabras y de la palabra como recurso del hombre, del poeta y la amante en particular. No cae la autora en el error manido de invocar en sus versos a las musas (aunque veladamente lo termine haciendo): ella nos habla en línea recta de la propia palabra. Y la palabra, a veces, surge de forma suave, pero en otras ocasiones su invocación es dolorosa y sucia como un parto, sensual, terrible o todo al mismo tiempo. Caty retuerce la palabra, juega con ella, le da forma, la exprime, le hace el amor, la eyacula, la preña, la regurgita, la transfiere y la cubre de polvo, habla por ella y de ella  en un juego metaliterario cuyo resultado brilla por su redondez formal. Palabras, palabras que son milagros, como el punzante milagro de un alumbramiento, o palabras que son falos medrando en tu sexo. Palabras, palabras como labios.
Para mí sean todas las palabras
que a ti te in-complementan:
los ojos sustantivos
el pecho adjetivado
y el verbo procrear
desaforadamente.
Y aquellas invariables
que me conjuntan tú
que me posicionan
con todos sus pronombres
oh, sí, con todas sus interjecciones.
 
Pero la poeta también nos habla, por la palabra, del amor, del platónico y del carnal, del eterno y del fugaz, de nostalgias y eternidades, del dialecto de las alcobas. Nos cuenta del amor a través del símbolo del lenguaje y nos cuenta del lenguaje a través del símbolo del amor. Nos habla, en definitiva, de su amor por el lenguaje y del rijoso lenguaje del amor.
Empleando la gran sabiduría
del maestro, sabrás
que todos los lugares que atesoro
no son ajenos para ti (conoces
tan bien su geografía…)
Y es que las matemáticas no fallan.
Uno más uno son
seguro cuatro muslos enredados
en nuestra historia contemporánea
cuya lengua investigas, filólogo
morfología, léxico, sintáxis…
Me encanta cuando estudias,
intérprete de signos,
los idiomas, la anatomía curva,
(biológica) de cada idiolecto.
 
Hace uso la autora de recursos valientes y rompedores. Se atreve a ignorar ciertos tabús compositivos y en algún poema alarga las sílabas o abunda en adverbios. Con frecuencia inventa palabras, hace hervir su poesía de signos no convencionales como paréntesis y guiones. Y sin embargo el texto fluye con naturalidad, es su poesía un manantial de voces que le otorga doble mérito a su arriesgada labor. Derrama piedras entre sus poemas para hacer fluir la palabra por ellas y consigue que mane mejor que si la hubiera extendido por un campo llano. Se arriesga a engarzar música y matemática con la fontanería de sus vocablos amigos, y lleva a cabo tal mezcla con resultados sorprendentes. La mires por donde la mires, se trata de una poesía original y de un acabado sonoro perfecto.

El alma de la rosa, de Waterhouse
He disfrutado mucho con La rosa de Waterhouse, eléctrica de lenguaje y erotismo. La he degustado como se merece, sin prisas, dejando asentar cada bloque de poemas en el poso de la memoria antes de abordar el perfume del siguiente. Algunos poemas son profundos, laberínticos, reflexivos y autorreferenciales; otros son atómicos, versos minimalistas que te caen encima como mazazos. Caty sabe conducirse en diferentes distancias y aprovecharse de cada una. Se la ve cómoda dentro de su rosa de palabras, aunque ella en algún poema nos grite lo contrario con humildad. Al final, todas sus composiciones se acomodan a la definición de prodigio metaliterario, agudo y conmovedor.
 

Acabamos la reseña de forma atípica: hablando de la responsable de estos magnos versos. Pero ha de ser así, pues sobre el tallo de la rosa se eleva el botón que despliega su aroma. Caty Palomares, licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Jaén, ha publicado varios poemarios y se ha alzado con numerosos certámenes, incluyendo el VIII Premio Facultad de Poesía de la Universidad de Jaén con De lo que nunca te dije y me gustaría contarte, el Ciudad de Lucena con Memoria entre ortigas o el Fernando Quiñones con Variaciones. Ha quedado, además, finalista en el XXX Premio de Poesía Leonor de Soria y en el XVI Premio Ciudad de Torrevieja con Yo sé que existo porque tú me imaginas, y en el XXIII Premio San Juan de la Cruz con El sonido de la luz. La misma Rosa de Waterhouse la ha hecho merecedora del IX Premio de Poesía Leonor de Córdoba. Y con esta antología nos derrama su autora una gran verdad: no la palabra, no el amor ni el sexo ni el recuerdo. Caty Palomares es la auténtica rosa de Waterhouse.