14 ene 2014

Neon Genesis Evangelion

The end of Evangelion
Como consumidor de narrativa, echo de menos la infancia. Añoro esos tiempos en que te asomabas a un libro o una película como si hollases un nuevo universo en el que todo era posible: con el asombro por bandera. Con el tiempo, todo eso va cambiando. La abundante acumulación de narrativa va enriqueciéndonos el alma pero a un tiempo mina nuestra capacidad de asombro. Hasta que, inesperadamente, llega un punto en que ya nos sorprenden muchas menos historias de las que nos dejan indiferentes. Pasamos de ensalzar todos los libros a desarrollar un criterio que nos alecciona en el rechazo hasta el extremo de que solo una de cada tres, diez, cien novelas nos dice realmente algo. Disfrutamos con la lectura, claro, de no ser así la abandonaríamos por aficiones más fructíferas; pero pocas obras, a estas alturas, nos sacuden las emociones y se nos quedan grabadas a fuego en la mente. Igual pasa con cualquier otra forma de narrativa, como los videojuegos, los cómics, las películas… o las series.

Pero sí, de cuando en cuando una de entre cien obras dispara de nuevo nuestra capacidad de asombro. Y es como viajar en el tiempo, como volver a ser niño una vez más; aunque no como rescatar esas primeras emociones del soñador hambriento de aventuras, ingenuas en su novedad, sino que se trata de un asombro de nueva cuña, un asombro adulto, pues nuestra facultad de sorprendernos no solo se ha resentido sino que también ha evolucionado. Esa es exactamente la clase de sensaciones que me ha despertado Neon Genesis Evangelion. Una serie la cual, debido a su complejidad, sus temas y su corte maduro, solo puede resucitar el sentido de la maravilla en un momento avanzado, en una etapa adulta, y que, por tanto, ofrece una engañosa regresión, pues despierta sensaciones ligadas con la infancia que en ningún momento pueden experimentarse en la infancia.

Lilith (en principio Adam)La premisa de Evangelion es tan banal como engañosa: en una Tierra post-apocalíptica, Shinji, un chaval anodino de Tokio-3, es reclutado por la organización paramilitar de su propio padre (quien lo abandonó cuando era pequeño) para pilotar un EVA, una máquina humanoide capaz de enfrentarse a los "ángeles", extrañas criaturas que atacan la ciudad cada cierto tiempo sembrando la destrucción a su paso. De hecho, esta sinopsis aparentemente ramplona se convierte en el mayor hándicap de la serie, desviándola del camino de un público que reniega de los mechas y los kaiju para abogar por una narrativa con más carne, que es precisamente lo que esconde Evangelion. Porque bajo esta ilusoria superficie se entierra una de las tramas más difíciles de la historia de las series de televisión. La profundidad de los personajes y la simbología abrahámica, la perspectiva psicológica, el recurrente existencialismo, la interpretación freudiana y la reflexión filosófica en torno a la religión y la ontología la elevan a uno de los mayores exponentes del exótico género conocido como realismo épico.

Dirigida por Hideaki Anno y producida por el estudio Gainax, Evangelion cuenta con veintiséis episodios diseñados ex profeso para la pequeña pantalla (el manga vino después), aunque cabe advertir que para entender la serie por completo habremos de recurrir a la película The end of Evangelion, que reinterpreta los dos últimos capítulos y cierra muchas incógnitas que la serie original dejaba en el aire. Cada uno de los episodios opera como un reloj y constituye una obra maestra autónoma que sin embargo es pieza de un mapa mucho mayor. Así, la serie funciona en dos sentidos: en lo íntimo, con personajes bien trabajados y sumamente originales, subtramas emocionales y relaciones psicológicas construidas con escuadra y cartabón; y en lo épico, moldeando una temática de una complejidad desafiante, formada por muchas capas superpuestas, y que a su vez se cierra a la perfección. Si cada episodio funciona como un reloj, un pequeño mecanismo preciso, el todo constituye una vasta maquinaria perfecta. En Evangelion he encontrado al fin el Perdidos que siempre quise y nunca llegué a tener. La serie está minuciosamente diseñada de principio a fin; aquí sí.

La he visto tarde: Neon Genesis Evangelion se empezó a emitir a principios de 1995, y solo la distancia la ha acabado encumbrando a la categoría de hito del anime, de indiscutible masterpiece. Lo curioso es que tengo la serie en DVD original desde hace muchos años, pero las circunstancias me han obligado a ir aplazándola hasta estos últimos meses. Y ahora, por fin, la he descubierto, ahora puedo sentirme cercano a Rei, a Misato, a Asuka, a tantos personajes disfuncionales pero entrañables de puro bien dibujados, en todos los sentidos. Para terminar, de entre infinitas escenas memorables escojo una de las que más me han impactado: el instante en que se desvela el secreto del EVA-01, aderezado por el grandioso tema musical "Decisive Battle" del maestro Shirō Sagisu (en ocasiones auxiliado por Bach o Beethoven), al final del episodio 19, uno de los puntos álgidos de la serie. Nadie, por menguada que se halle su capacidad de asombro, puede sentirse indiferente ante momentos tan enormes como ese…

¡Feliz año nuevo a todos!