
Porque los videojuegos, de un tiempo a esta parte, han evolucionado y se han ramificado hasta tal punto que ya no puede metérseles a todos en el mismo saco. El Monkey Island es a los marcianitos lo que el Quijote a la lista de la compra. Podemos jugar a un juego en el móvil o en la pantalla del proyector, con el surround a toda potencia. Y, como en cualquier otra expresión artística, dentro del conjunto de los videojuegos cabe de todo: desde lo mediocre hasta lo muy bueno, habiendo también ejemplares extremadamente simples y… de cuando en cuando una obra maestra.
Dragon Age: Origins (Bioware, 2009) se promocionó en su día como el "sucesor espiritual de Baldur´s Gate", el aclamadísimo RPG etiquetado por muchos medios especializados como el mejor videojuego de la historia. Lo de "sucesor espiritual" podría parecer una afirmación pretenciosa de no ser porque los guionistas de ambos juegos prácticamente coinciden. Y aunque el argumento de Dragon Age parta de una premisa manida y simplona (salvar el mundo contra las fuerzas malignas en un escenario épico medieval), como en muchos otros casos no es tanto lo que se cuenta como la forma de hacerlo. El mundo de juego ha sido desarrollado hasta el detalle (los enanos de Orzammar superan a los del propio Tolkien, y disculpadme la herejía). La trama cobra giros sorprendentes; los personajes, parte esencial del puzle, están magníficamente caracterizados. Dragon Age: Origins cuenta además con una ampliación y una secuela, Dragon Age II, aunque esta última no está ni de lejos a la altura de su predecesora.
El desarrollo de un videojuego como Dragon Age: Origins es muy parecido al de una película. De hecho, estamos ante las dos manifestaciones artísticas que más rasgos comparten. Ambas necesitan de un guionista (o equipo) que devane el hilo narrativo, de técnicos que lo desarrollen sobre el terreno, de un equipo de artistas que compongan las secuencias y diseñen decorados y vestuario, un compositor para la banda sonora, una empresa que avale económicamente el proyecto y un director que dé coherencia al conjunto, que coordine y dirija el tinglado para que el resultado sea óptimo. Ni siquiera en el videojuego faltan los actores, en este caso de doblaje, como en las cintas de animación. Un videojuego de altas cotas como Dragon Age es un trabajo de equipo, y es indudablemente un trabajo artístico.
Dragon Age: Origins cuenta con un equipo que, a priori, solo puede ofrecer buenos resultados. El grueso de los guionistas deriva de Baldur´s Gate, como ya se apuntó, y muchos de ellos gozan de carreras literarias admirables. Inon Zur, el encargado de la música, es un reconocido compositor de series de televisión e incluso de grandes producciones hollywoodienses, como por ejemplo el film Casper, y ha compuesto para Dragon Age una banda sonora maravillosa, merecidísima ganadora del Hollywood Music In Media Award de 2009. Los estupendos actores proceden del teatro o de la pantalla, y dotan a los personajes de un soberbio temperamento. Todo en el juego destila profesionalidad, desde el aspecto artístico hasta la cuidada mecánica de molino que subyace tras cada escena.

Muchos ríos de tinta podrían correr acerca de esta joya galardonada con numerosos premios en 2009 y definida por The New York Times como "probablemente, el mejor videojuego de rol jamás creado". Nosotros nos detendremos aquí, y que Dragon Age: Origins hable por sí solo cuando afilemos nuestra espada y nos aventuremos en él. Por mi parte, llevo años sin poder disfrutar de los videojuegos: las responsabilidades adultas y la falta de tiempo hacen mucha mella en las aficiones de siempre. Pero de tanto en tanto caen en mis manos portentos como este, y es entonces cuando recuerdo por qué amaba –y sigo amando– este pasatiempo tan saludable, tan elevado. Tan condenadamente cinematográfico.
Genial artículo!!!
ResponderEliminarYo la verdad es que no he sido muy jugon, vamos casi nada, ahora eso si, la saga del Monkey Island me la he pasado completita.. jijiiji pero de eso hace ya muuuchooo tiempo.... ;)
¡Monkey Island, entrañable saga! Es una de mis preferidas. No supone un gran alarde de medios (aunque a principios de los noventa tal vez sí), pero goza de un guion impresionante, original y divertido, en el que participó nada menos que Orson Scott Card. 100% recomendable.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, JM.
Gran reseña y gran defensa de los videojuegos. Yo con este tipo de juegos tengo una relación extraña. Me encantaría jugarlos y disfrutarlos, pero desde que los juegos pasaron del Q/A/O/P/M a mil y un combos para hacer no sé cuántas acciones y a tener larguísimas (y aburridas) escenas de vídeo, dejaron de atraerme tanto. Eso y que siempre he sido más de simuladores deportivos que de aventuras. Creo que el último de este tipo que completé fue el Silent Hill para PS. Y aún así, a veces sueño con tener tiempo y sumergirme en un Baldur's Gate, o uno como este. Por cierto, del juego de rol (rol de mesa) basado en este también hablan maravillas.
ResponderEliminar¡O/P/Q/A/M! ¡Qué tiempos aquellos!
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente, yo también odio los combos y los vídeos interminables. Por eso desdeño los juegos de consola, que son los que más responden a ese patrón de diez en apartado técnico, cero en jugabilidad. Te aseguro que ni Baldur´s Gate ni Dragon Age: origins pertenecen a este pelaje de juegos. En Dragon Age, por ejemplo, manipulas el ratón y cuatro teclas locas, y la acción no se sustenta en combos ni historias raras, sino en táctica pura. Al principio tal vez abrume la cantidad de menús que se ofrecen al jugador, pero el juego los va presentando gradualmente a medida que la trama avanza y al final la interfaz resulta sencillísima incluso para los jugones ocasionales. Y vídeos sí que hay, pero son cortitos y la acción no se detiene; el jugador sigue interfiriendo en la trama mientras se producen.
Un hándicap de estos juegos, más que nada por no dar la impresión de estar en la nómina de Bioware: para jugarlos se requiere de muuucho tiempo. Esa es su mayor desventaja, sobre todo para la gente ocupada como nosotros.
Gracias por comentar.