30 jun 2012

3 segundos para contar una historia

De un tiempo a esta parte se viene abusando del término original. Se trata de un reclamo publicitario, un llamativo señuelo que pocas veces identifica realmente al producto narrativo al cual define. En cierto modo nada es original, toda obra artística se crea a partir de retazos de obras anteriores: como me gusta señalar a menudo, la originalidad no es más que el arte de saber ocultar las propias referencias. A veces, por ejemplo, nos hacemos con un libro por su pretendida originalidad, anunciada siempre con gran pompa en la contracubierta, y luego le advertimos paralelismos por todos lados. Además, la originalidad es subjetiva: alguien con un extenso bagaje cinematográfico se sentirá menos sorprendido ante nuevas películas que cualquier recién llegado, y esto es válido para cualquier forma de narrativa. De ahí que yo envidie insanamente a los niños, anfitriones de ese sentido de la maravilla tan virgen, tan libre de mácula, tan por explorar y explotar.

Sin embargo, de cuando en cuando surgen obras que te siguen sorprendiendo a pesar de la edad, de la experiencia, del luengo camino recorrido en consumo de cultura y subcultura. 3 segundos es una de estas obras: un cómic original en toda regla, en opinión del que suscribe (insisto: hasta la originalidad puede ser subjetiva). Marc-Antoine Mathieu, innovador y premiado artista francés, es el encargado de ofrecernos este vertiginoso trabajo, publicado entre nuestras fronteras por la editorial Sins Entido (que ya le había editado antes su hilarante Dios en persona).

La mejor forma de evidenciar lo diferente de este cómic es sin duda asomarse a él; no hay modo más eficaz que hundirnos de lleno en sus absorbentes páginas y disfrutarlo sin que nadie nos ponga sobre aviso acerca de lo que hallaremos dentro. No obstante, para los curiosos he aquí algunos de los rasgos que creo que convierten este tebeo en algo muy distinto. Y, por supuesto, sin desvelar un ápice de la trama:

  • Todo el cómic (unas setenta páginas) transcurre en tan solo tres segundos.
  • No hay un solo texto en toda la obra, salvo el que forme parte del escenario (carteles, periódicos). Es decir, no hay bocadillos con los diálogos de los personajes, ni cartelas con aclaraciones del narrador. Nada.
  • A pesar de estas limitaciones (relato de un instante de duración y sin diálogos), 3 segundos cuenta una historia compleja, un thriller intrigante con varios personajes y subtramas.
  • Cada página está compuesta por nueve viñetas cuadradas, todas del mismo tamaño, en una disposición también cuadrada de 3x3. A pesar de ello, no hay sensación de serenidad sino de dinamismo, de caos. Un dinamismo dividido en ínfimos fragmentos puramente estáticos. Hay por tanto una ambivalencia, un conflicto entre estatismo y acción que se resuelve con el ritmo quelonio de todo el trabajo y que, por otro lado, es la esencia del noveno arte (¿no son todas las viñetas, incluso las más dinámicas, escenas congeladas en el tiempo?).
  • El tebeo es un juego de espejos. Literalmente. Y un zoom que dura tres segundos. Y un experimento visual. Y un único plano: no hay cortes ni saltos bruscos de escena. Resulta extraordinario lo perfectamente diseñados que están los espacios, la rigurosidad logística detrás de cada viñeta, de cada ángulo, de cada escena. Subyace un enorme trabajo de composición escenográfica tras esta obra. Los espejos, además, obligan al autor a presentar invertidas la mitad de las imágenes, lo cual complica aún más la puesta en escena, que pese a todas las dificultades resulta magistral.
  • Pero 3 segundos también es un puzle que se le ofrece al lector para que lo arme con las piezas repartidas a lo largo de la obra. Hay que estar muy atentos a los detalles, y cubrir los ángulos muertos con información que se nos brinda directa o indirectamente en otras partes del álbum.
En la introducción de 3 segundos, Mathieu nos ofrece algunas pistas para guiarnos en este laberinto gráfico de crímenes y conspiraciones, a la par que nos desea buena suerte en la investigación. También yo os la deseo a vosotros, si resolvéis adentraros en esta maravilla que “dinamita las convenciones de la narración gráfica”, en palabras de Álvaro Pons. Arriesgada y ambiciosa aserción que puede parecer puro marketing, pero que se ajusta como un guante al cómic que nos ocupa, haciéndole justicia.

3 comentarios:

  1. Me gustó mucho "Dios en persona". Habrá que echarle un vistazo a éste, la verdad es que llama la atención.

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  2. Soy María, por cierto.

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  3. María la que vive a mi vera me consta que no eres...

    Seas quien seas, gracias por tu comentario.

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