El
camino. Sigue y sigue, desde la puerta. Hasta el infinito y más allá. Es tan
largo como la imaginación, y por eso se jalona de zonas de descanso. Porque de
cuando en cuando precisamos descansar. Y ha llegado el momento de hacerlo, de hacer
un alto en el camino. No vamos a demoler el chiringuito, pero sí cerraremos
temporalmente: el alma necesita darse un respiro. Mi vida es ahora una vorágine
de aventuras y sentimientos, y el corazón se me está volviendo loco. No es
Molinos Cibernéticos quien está en obras, sino yo. Un blog se alimenta de
palabras, y las palabras no me salen, están congeladas en el limbo. Tengo la
cabeza ocupada en mil cosas y el alma en el taller de reparación, y ya apenas encuentro
tiempo para darle al teclado. Pero esto no es una despedida, es solo un hasta
luego. Cuando tenga cosas que decir, las diré. Cuando tenga tiempo de escribir,
no solo una entrada de bitácora, que ya es lo de menos, sino las peripecias de
un cuento o el manuscrito de una novela, me pondré a ello. Y será pronto,
porque aunque las palabras estén en el limbo, las amo tanto que no puedo vivir
sin ellas. Así que volveremos, tarde o temprano lo haremos, mis Molinos y yo.
Con fuerzas renovadas, y con la misma ilusión con que se inició este pequeño
rincón de la blogsfera.Mientras tanto, dejemos que los Molinos Cibernéticos, con sus dos añitos, rompan sus filas mecánicas y sueñen el sueño de Pinocho. Que se vayan de vacaciones envueltos en una quimera de carne. Creo que se lo han ganado.
Y los demás, ¡sed felices y hasta muy pronto!