Hoy os traigo un
libro que se presenta dentro de una caja de color caoba con una cerradura en el
centro. O tal vez no es color caoba sino rojo, rojo erotismo y rojo sangre,
aunque puede que también azul abismo, negro umbría y blanco abandono. Tetrammeron (Seix Barral, 2012), la
undécima novela de José Carlos Somoza, es una de las más extrañas, inquietantes
y maravillosas que he tenido el placer de devorar este año. Se trata de mi primera
incursión al universo oscuro de este autor, y con ella me ha ganado para
siempre. Como la protagonista de la novela, yo ya he dado un paso que se me
hace imposible deshacer.
Me siento al
ordenador y las ideas se me traban en la mente. Por primera vez me cuesta
horrores arrancar una reseña. ¿Cómo describir la desazón, la atmósfera opresiva,
la belleza de la maldad, la inocencia mutilada, la devastación de la niñez?
Respuesta: no se puede. Para acceder al mundo de Somoza, no hay otro camino que
leer a Somoza.
Tetrammeron narra la historia
de la niña Soledad, o de los últimos instantes de Soledad en cuanto niña.
Durante una excursión del colegio atraviesa una puerta que no debe, la puerta
del sótano de una iglesia; una puerta prohibida que la conduce a todo un cosmos
de prohibiciones contenido en una habitación subterránea y regentado por cuatro
misteriosos cuentacuentos. Así comienza un perturbador descenso al abismo de
marcado carácter sexual en el que los cuatro alegóricos personajes van
despojando a la niña de tal epíteto al tiempo que la sustraen también de sus
ropajes, cuento a cuento, palabra a palabra, puñalada a puñalada. Toda infancia
se aboca irremediablemente a su propia destrucción, parece revelarnos Somoza.
Destrucción con renovación en forma adulta, pero destrucción al fin y al cabo,
dolorosa y temible. Irreversible.
El título de la
novela, Tetrammeron, refiere en línea
recta al Decamerón de Bocaccio. Su
estructura es similar: historias engarzadas en un hilo narrativo común. Sin
embargo, sospecho que su inspiración no hay que buscarla en la obra magna del
humanista italiano, no al menos de forma directa, ya que su verdadera
referencia parece ser El círculo de
Jericó de César Mallorquí (una de las mejores antologías de autor único
jamás publicadas en castellano). Los elevados paralelismos entre ambas
trascienden toda casualidad, más aún intuyendo que ambos autores se conocen.
Así y todo, Tetrammeron no se limita
a ejercer de mero pastiche, sino que parte de la idea general de Mallorquí para
crear algo distinto (no mejor ni peor; solamente distinto). Por ejemplo, tanto El círculo de Jericó como el Decamerón o Los cuentos de Canterbury constituyen antologías de relatos,
mientras que el Tetrammeron es sin
duda una novela, un rosario narrativo hilado de pequeñas cuentas
interrelacionadas. Los relatos no funcionan del todo solos, sino como parte de
un conjunto. Es al irlos leyendo y establecer las conexiones cuando uno va
exhumando el significado global. Historias en apariencia muy distintas se revelan
conectadas, como "La decoración", "La boda de la señora
Boj" y "Corpus Christi" (tres de los mejores cuentos), en las
cuales se acomete el tema del sacrificio desde una perspectiva cada vez más
radical. O "El espíritu Curie" y "Partículas", donde se
descubre lo grande e indestructible que es el mal precisamente por ser
diminuto, tan minúsculo que se halla injertado en todas las cosas, que forma
parte intrínseca del universo; también del universo personal, tanto físico como
emocional, de cada uno de nosotros.
El mal, ese es el
tema principal de la novela. El libro ahonda en la naturaleza del mal, el mal
como necesidad, el mal como juego, el mal como capricho y, por supuesto, el mal como filia y
erotismo. Cada cuento aborda una de las caras de lo maligno, y todos ellos
juegan con el recurso emotivo de enfrentar el mal con la antitética figura de
la infancia, tan frágil e inocente. Lo cual podría denunciarse como una trampa
fácil en manos de un autor con menos recorrido, pero Somoza es un maestro que
renueva los clichés con una pátina de extrañeza, sordidez, tinieblas,
sensualidad, delirio. Para alcanzar tales proezas, Somoza se vale del símbolo.
No presenta los hechos e ideas tal cual, sino que los esconde bajo un tupido
sudario de simbología. La novela, ya caja y rosario y braguita y diagnóstico de
lo perverso, puede definirse asimismo como una extensa colección de símbolos,
no paralelos sino jerárquicos, símbolos dentro de símbolos dentro de símbolos
como los cofres que la novela nos anima a abrir en un juego metaficcional de
matrioskas literarias. Cuentos dentro de cuentos dentro de cuentos… Pura
delicia abisal.
La novela, para
colmo de alabanzas, goza de otras muchas virtudes. La atmósfera, ya se ha
insinuado, es sugerente, angustiosa, lasciva y terrorífica, uno de los grandes
puntos fuertes de la obra y casi excusa suficiente para leerla. Tetrammeron también tiene el acierto de
glorificar la tradición oral al tiempo que la retuerce y la emponzoña. Su
estilo, además, me ha resultado un tanto curioso (otro aspecto que me ha
sorprendido de la novela), porque de algún modo es extremadamente sencillo y
subrepticiamente complejo. Fluye con elegancia musical y me atrevería a decir
que casi con facilidad de best seller, y sin embargo no escatima en pasajes
líricos y frases demoledoras que son como mazazos en el corazón o vértigos en
el estómago.
Concluyo con un
principio, con el de uno de los cuentos, y ya me diréis si no recibís vosotros también ese vértigo o mazazo:
«Allí, en
Cavennes, hay historias. En todos los pueblos las hay, pero en Cavennes hay
tantas y tan fantásticas que cansan a la verdad, la derrotan por agotamiento.
Uno acaba creyendo que la verdad y la mentira no existen en Cavennes. Porque,
allí lo saben, ambas son solo dos historias más, intercambiables, y cuando pasa
el tiempo suficiente, incluso igual de verídicas.»
por favor pedi la novela no de que trata si me comprenden no?????????????
ResponderEliminarpero aun asi esta muy bien esta gran reseña ok???????????????????
Gracias por el comentario, sr. Anónimo, y por tus felicitaciones.
EliminarA mí el señor Somoza me ganó para siempre hace tiempo. De hecho, es de los pocos autores que sigo con regularidad. Y mire por dónde, este libro aún no lo tengo. Va a ser de los próximos en caer a mis manos, de manera irremediable, me temo. Muchas gracias por su reseña, señor Merino. Contribuye con creces a incrementar mi deseo.
ResponderEliminarA mí me ha pasado justo al contrario: no había leído nada de Somoza y con este libro lo he descubierto, y también yo me he rendido a su prosa. Y sobre todo, a su talento para la ambientación.
EliminarGracias a usted por el comentario, lady Cipré. Y por favor, se lo ruego, tutéeme. ;-)