A pesar del mercado literario de
arenas movedizas en el que nos hallamos hundidos hasta el cuello —una
crisis originada en gran medida por la propia crisis económica y el auge del
libro digital—, se puede afirmar que la
literatura de fantasía épica goza de una salud aceptable, casi un modesto nuevo
esplendor. Tanto las películas basadas en la producción de Tolkien como la
serie de la HBO Juego de Tronos han
propiciado de un tiempo a esta parte un renacer del género, una revitalización
con dos caras opuestas: por un lado, se agradece el empujón que las pantallas
grande y pequeña les infunden a las ventas de la épica literaria; por el otro,
es una pena que el florecimiento sea tan unidireccional. Como ya se advirtió antes en estos páramos cibernéticos, pululan novelitas por doquier que emulan a
J.R.R. Tolkien o a George R. Martin, algunas sutilmente y otras con descaro y
sin ningún rubor. Lo de "novelitas" no es literal. Generalmente
constituyen desde densas trilogías hasta voluminosas sagas porque así lo dicta
el canon establecido por estos dioses del género. Autores y editores no carecen
del don de la oportunidad. Ante semejante panorama, supone todo un acto de
valentía el riesgo que algunos autores asumen para presentar un producto
diferente. Manuel Amaro Parrado (*), con El
latido de Olimpia (Ediciones Canallas, 2012), trata de apuntarse un tanto
en este sentido.
En entrevistas, Amaro Parrado
declara que con esta novela ha intentado por todos los medios que su historia
no se parezca a nada, pero lo afirma con cierta cautela, sabedor de que en
literatura ya está todo escrito. Pero ¿es verdad que lo está o se trata solo de
otro cliché literario? Por mi parte dudo que alguien haya mezclado en una misma
obra elementos tan dispares y exóticos como los que el autor esgrime en esta
novela. Puede que aislados no sean demasiado innovadores, pero la combinación
de todos ellos resulta brutal. Yo sí puedo arriesgar aquí, con ciertas
garantías, la aserción de que El latido
de Olimpia puede presumir de ser original. Además, la valentía del autor es
doble al apostar por una historia épica autoconclusiva, que ocupa un único
volumen. El latido de Olimpia es por
tanto una novela a contracorriente, libre de modas y corsés, y eso para empezar
la honra.
El punto de partida de la
novela es un relato corto de la antología Fobos
(**) titulado “El observador”, un cuento que funciona a la perfección por sí
solo pero que al mismo tiempo se erige en manantial de ideas narrativas. El
autor ha estirado convenientemente de este hilo que él mismo urdió en su día
para dar forma a todo un universo fantástico. Los acontecimientos narrados en
“El observador” desencadenan los propios de la novela. El despertar de una
soñadora que puede abrir los portales entre mundos ocasiona que varias
facciones de Olimpia se lancen a buscarla a toda costa, pisoteando el viejo
pacto de paz que había durado más de mil años. La novela comienza presentando a
los personajes y posicionando las piezas en el tablero de juego. Pero la
historia da muchas vueltas, y lo que al principio parece una partida maniquea a
la postre no lo es tanto: las blancas se vuelven negras, las negras blancas, los
peones reinas y las reinas peones. Los personajes están dibujados por capas;
conforme la trama avanza se revela un nuevo secreto, una nueva cara, un matiz
distinto, y cuando parece que el autor ya ha exprimido al máximo un personaje
vuelve a darle otra vuelta de tuerca, destapa otro secreto, desvela una nueva cara,
otro matiz, una dimensión más. La riqueza narrativa es innegable; la
imaginación del autor, densa sin llegar al empacho: nos la va presentando con
cuentagotas. Son cuatrocientas páginas de novela, pero no le sobra ni una.
En todos los capítulos hay una idea nueva, recurso o sorpresa. Los capítulos
son nucleares, funcionan como relatos cortos por lo que en ningún momento se
resiente la trama. Es imposible aburrirte con un libro tan apabullante y rico
en asombros como El latido de Olimpia.
En la primera mitad del libro
la historia se teje en torno a tres hilos narrativos paralelos: las aventuras
de la soñadora a través de los mundos, las intrigas palaciegas del gigante
Baugir y la búsqueda del capitán Zaebos, Num y compañía en la Ciudad de los
Sueños (y más allá). Después, los hilos se entremezclan, convergen, vuelven a
dividirse en otros tantos. Confieso que las partes con que más disfruté son las
que protagoniza Baugir, quien me recordó de algún modo al mejor Tyrion de Choque de Reyes (cuando aún era la Mano
del Rey), aunque físicamente sea su antítesis. Los tejemanejes de la corte
están muy logrados, y algunos diálogos inducen la carcajada. Otro de los
aciertos de la novela es integrar la mitología pagana en el escenario de
Olimpia. El autor logra fusionar mitos muy dispares y darles coherencia, entre
ellos y con los tiempos modernos, justificando la ausencia de las divinidades hoy
día con una explicación muy particular.
No es un libro que se prodigue
en descripciones y recursos estilísticos, eso hay que advertirlo. No constituye
un dechado de virtudes literarias (sin estar en absoluto carente de ellas), su
punto fuerte no va en esa dirección. Su estilo es sencillo, directo y visceral,
pero es que precisamente ahí radica su fuerza. Convertir la narración en una
engorrosa guía de viajes o una retahíla de figuras alambicadas hubiera
mermado ritmo a la novela y duplicado tranquilamente sus más de cuatrocientas
páginas. Ojo, soy un ferviente defensor de las formas literarias, pero creo que
en este caso Manuel Amaro ha optado por el estilo que mejor vestía su novela,
aquel que le encaja como un guante. Gracias al ropaje escogido por el autor, la
historia nos absorbe por completo y nos bebemos el libro en apenas unos días.
Captar la atención del lector de la manera en que lo hace El latido de Olimpia es muy difícil de conseguir, y Manuel Amaro
Parrado lo logra con creces.
Si buscas un libro divertido,
diferente, rebosante de imaginación y fácil de digerir, no lo dudes, prueba a
degustar El latido de Olimpia. No te
defraudará.
* Manuel Amaro Parrado ha sido
galardonado con diversos premios literarios y es autor de la antología de
relatos Fobos (Mandrágora, 2009) y de
la novela León González, Santo
(Ediciones Canallas, 2010).
** Fobos, la antología de relatos publicada por Mandrágora en 2009, es
una opción recomendable para iniciarse en la prosa de Manuel Amaro Parrado.
Constituye un buen compendio de la riqueza de temas que el autor es capaz de
abordar.
Tengo que reconocer que has sintetizado tan claramente algunas ideas complejas del libro, que voy a tomarte prestadas ciertas frases para cuando me pregunten.
ResponderEliminarUna cosa es escribir el libro -que lo suyo costó-, y otra desmigarlo tan hábilmente sin contar nada. Enhorabuena, y gracias.
Como siempre, un placer leerte.
Gracias a ti por escribir un libro tan entretenido e imaginativo. Yo espero que tu futura producción vaya por esa línea, porque para mí es lo mejor que has escrito.
ResponderEliminarY el placer es mío.
Felicidades Manuel!!
ResponderEliminarGracias por deleitarnos con grandes aventuras,
Carmen C.
Los interesados pueden adquirir "El latido de Olimpia", entre otros, en el siguiente punto de venta:
ResponderEliminarhttp://www.killertoons.ecarty.com/public/producto/101565